"Nuestra manifiesta"
En La Quebrada de Río Ceballos fue nuestro encuentro. Llegamos desde Neuquén, Tucumán, Mendoza, Buenos Aires, Mar del Plata, La Plata, Morón, y desde distintas localidades de Córdoba. Llegamos sobre todo desde nuestras prácticas feministas, desde nuestros sueños colectivos convertidos en acciones callejeras, en marchas que visibilizan múltiples opresiones, desde los graffitis que gritan en las paredes de las ciudades que habitamos lo que los grandes medios callan, desde los diálogos que fueron entrelazando nuestras voces y cuerpos disidentes y nuestros corazones rebeldes, para escribir en la historia, una vez más: "revolución en las plazas, en las casas, en las camas"; "revolución en las teorías y en las prácticas", "lo personal es político", "las brujas están de vuelta".
Llegamos, algunas físicamente, y otras con nuestras energías, con nuestro deseo, con nuestra apuesta a estar de todas formas, más allá de las distancias y las urgencias, más allá de las diferencias y de las incertidumbres". Nos encontramos en las búsquedas colectivas que identifican al feminismo como un movimiento que nació y que deseamos que crezca desafiando todas las opresiones, todas las formas de explotación y dominación. Nos reconocemos en las corrientes históricas que plantaron al feminismo como crítica radical a un sistema capitalista y patriarcal, que transformó al mundo en un espacio de guerras, agresiones, genocidios, invasiones, exclusiones. Un mundo en el que la mayoría de las mujeres y otros colectivos minorizados, oprimidos por su opción sexual, por su cultura o creencias diferentes de la hegemónica, sufrimos el avasallamiento cotidiano de nuestra autonomía y de nuestros derechos.
Nos reconocemos en las corrientes que viven, sienten y crean un feminismo latinoamericano, mestizo, desobediente, insumiso; autónomo, diverso, alegre, provocador, desafiante; creativo...: un feminismo inconveniente, que se propone como parte y aporte a una cultura emancipatoria, que rechaza tanto la normatividad heterosexual como el esencialismo biologicista. Un feminismo rebelde, nacido de los cuerpos históricamente estigmatizados, invisibilizados y/o ilegalizados, por un sistema basado en el disciplinamiento, el control, la domesticación, y el orden que garantiza su propia continuidad y reproducción.
Participamos de los movimientos populares que desafían ese orden impuesto, y aspiramos a ampliar el diálogo crítico con las personas y organizaciones que no están dipuestas a aceptarlo; intentando avanzar en los debates y en la acción común hacia un reconocimiento más complejo del mundo que queremos cambiar, y en el respeto a los diversos ensayos de resistencia que se van forjando en esta caminata.
Muchas de nuestras agrupaciones nacieron en las convulsiones de la crisis y de las rebeldías del año 2001. Fuimos parte del estallido popular que puso límites a una manera depredadora de ejercicio del poder. A partir de entonces, la dominación se esforzó en restablecer la gobernabilidad, incorporando algunas de nuestras demandas.
Desde el gobierno nacional y los gobiernos provinciales y municipales, se pretende integrar a los movimientos sociales al Estado, corporativizarlos, restarles autonomía, utilizando estas políticas como mecanismos de cooptación y de control, y buscando disciplinar a quienes no aceptan el chantaje. El kirchnerismo ha puesto en práctica un doble discurso en algunos casos, y ha expresado una fuerte ambigüedad en otros. Muestra ante el mundo una cara de respeto a los derechos humanos, que no se corresponde con lo que diariamente se vive en las barriadas, en los sectores más carenciados, entre las campesinas y campesinos sin tierra, entre las mujeres pobres que siguen muriendo en abortos clandestinos; entre l@s jóvenes muert@s por el gatillo fácil, por la droga, por el alcohol, por la falta de oportunidades; entre las travestis asesinadas cuyos crímenes nunca son esclarecidos, entre las niños y niños que mueren por desnutrición, mientras se multiplica el negocio de las armas, de las drogas, de la prostitución, la trata de personas. Se han rediseñado políticas sociales asistencialistas, que se proclaman como de inclusión, pero que refuerzan la diferenciación social y la división sexual del trabajo (como el Plan Familias).
Más allá de los discursos oficiales, son moneda diaria la criminalización de la pobreza, la judicialización de la protesta, la estigmatización de las resistencias. En el día a día continúa la impunidad, las leyes represivas, los códigos que achican el espacio público y persiguen a quienes han encontrado en la calle su último espacio posible de sobrevivencia. Este nuevo diseño de gobernabilidad, que asegura a las multinacionales y al poder mundial la continuidad de la apropiación y del saqueo de los bienes de la naturaleza, la mercantilización de la tierra, el agua y las diferentes dimensiones de la vida; está sostenido por los medios de comunicación de masas, por las fuerzas represivas y las legislaciones que las amparan, un poder judicial atravesado por la corrupción, las jerarquías de las Iglesias –en nuestro país de manera especial la de la Iglesia Católica-, las instituciones académicas y universitarias que investigan y enseñan de acuerdo a los intereses del poder y a las pautas ordenadas por los entes financiadores, por aquellos partidos políticos que sustituyeron la militancia por el clientelismo, la ética por el interés, por el "vale todo".
En este nuevo contexto, nuestras luchas han posibilitado que se abran espacios para que las políticas públicas incluyan algunas demandas tradicionales del feminismo. Nos alegramos con cada paso que avanzamos, reconocemos en ellos la lucha realizada en algunos casos en condiciones de enorme soledad, por las pioneras del feminismo, y nos afirmamos en ellas para ampliar y profundizar nuestra plataforma de lucha que no se resume en una "agenda de derechos", sino que aspira a cambiar la vida.
Somos orgullosamente feministas. No aceptamos que se pretenda invisibilizar el recorrido histórico de nuestro movimiento. Observamos con preocupación la mediatización de estas luchas –realizada incluso por compañeras de reconocida trayectoria feminista-, que aceptan la asimilación de nuestras demandas en un programa político que sostiene en lo fundamental las relaciones de dominación. No renunciamos a la posibilidad de instalar otros discursos en este contexto de fundamentalismos del capital globalizado, racista y heteropatriarcal.
Somos feministas inconvenientes. No nos conformamos con lo que en cada tiempo nos indican como el cambio posible. No nos conformamos con disputar un espacio limitado entre las incluidas e incluidos del sistema. Queremos transformar el sistema. No aceptamos encerrar nuestra libertad, en el corralito del posibilismo. Rechazamos las prácticas de ciertas corrientes del feminismo que reproducen jerarquías, personalismos, autoritarismos, arbitrario gerenciamiento de los recursos, y apropiación del discurso que queremos crear colectivamente. Rechazamos también las prácticas de diversos partidos –incluso de izquierda-, que pretenden manipular al feminismo –como a los movimientos sociales en los que participan-, negando su autonomía, estableciendo jerarquías en las luchas y reivindicaciones, y tratando de subordinarlos a sus estrategias.
Somos feministas inconvenientes, porque intentamos vivir desde hoy una nueva manera de relacionarnos entre mujeres, varones, travestis, personas trans, intersex, lesbianas, gays, disidentes sexuales. Intentamos nuevas maneras de encontrarnos hoy entre pueblos, culturas, y como parte de la naturaleza, en un clima de confianza y de ternura, cuidando al mundo que queremos cambiar, y cuidando nuestras propias vidas en este mundo.
Somos feministas inconvenientes para el poder. Inconvenientes para la dominación. Somos feministas enamoradas del poder colectivo, liberador, de los cuerpos rebeldes, que se entrelazan y organizan, cantando y bailando, formando parte de la fiesta revolucionaria en la que vamos creando un mundo nuevo, inventando nuevas relaciones, amasando antiguas resistencias, y abrazando nuestros cuerpos y nuestras pasiones, nuestros dolores, rabias y esperanzas, no como promesa de un futuro incierto, sino en nuestro presente de lucha.